Discurso pronunciado en Marzo de 2019 durante conferencia privada acerca de la transición y el futuro de Venezuela.
La
Transición: Tres Preguntas
Buenos días [reconocimientos]… No vengo hoy a relatar o enfocarme en un
pasado que todos conocemos, puesto que, por conocerlo, es que hoy estamos aquí.
Las anécdotas e historias son interesantes pero tenemos que pensar en las
posibilidades y probabilidades de que Venezuela salga de la situación en la que
se encuentra, la miasma en la que se encuentra, y se encamine hacia el futuro como
una nación democrática, con libertad, paz y prosperidad. Por eso lo que quiero
hacer hoy es enfocar esta discusión sobre tres preguntas orientadas hacia el
futuro.
Mi primera pregunta es, ¿qué tan larga puede ser la transición?
Si todo va bien, y así dicen algunos, los plazos son técnicamente
establecidos por la constitución y el estatuto aprobado por la asamblea para lograr
esa transición. El Artículo 2 de este
estatuto establece que “se entiende por
transición el itinerario de democratización y reinstitucionalización que
incluye las siguientes etapas: liberación del régimen autocrático que oprime a
Venezuela, conformación de un Gobierno provisional de unidad nacional y
celebración de elecciones libres.” Ese es el mismo mantra que repite Juan
Guaidó en cada ocasión en la que puede.
Este estatuto busca instrumentar el artículo 233 de la constitución ante
los hechos sin precedentes que se viven hoy día. El artículo 233 incluye en su
segundo párrafo “Cuando se produzca la
falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar
posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro
de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión
el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la
República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional.”
Es obvio que, primero, han pasado más de 30 días desde el 23 de enero y,
segundo, es imposible efectuar elecciones "universales, directas y
secretas” con las autoridades, instituciones y registros electorales
existentes. Estas circunstancias están
previstas por el estatuto, pero no claramente. Lo que se entiende es que una
vez desocupada la usurpación se procederá a un gobierno de transición y que ese
gobierno convocará, no efectuará, elecciones en ese plazo de 30 días o menos.
El otro factor que influye en el calendario es que la presidencia de la
Asamblea rota anualmente, por lo cual el plazo máximo para esta transición se
puede establecer como hasta enero del 2020, salvo circunstancias
extraordinarias. Uno de las metas
principales del gobierno provisional será convocar y celebrar elecciones
libres, por ser la única manera de conservar su legitimidad y, dada la fecha en
la que estamos, lo probable es que éstas ocurran en diciembre. Es decir, el
plazo de transición en el mejor de los casos – saliendo del régimen mañana – es
nueve meses para inaugurar en enero del 2020 un gobierno elegido
democráticamente en un proceso calificable de libre y justo. Si vamos bien. Otros
escenarios ven una crisis profunda hasta dos años o más en anarquía.
Cualquier régimen de gobierno basa su estabilidad y la del estado en
tres poderes principales, el poder represivo, lo que llamó Max Weber el
monopolio de la violencia y conformado por las fuerzas represivas —la policía y
las fuerzas armadas— que mantienen el orden y la seguridad dentro del límite
territorial del estado y la integridad de este territorio; el poder político,
el cual parte de la hegemonía ideológica que establece el consenso de país, es
decir el consentimiento de los gobernados por su sistema de gobierno; y el
poder económico, el cual en sociedades mercantilistas, como las de capitalismo
de estado, economías dirigidas o con monopolios sectoriales, se concentra bajo
el control del estado y/o sus beneficiados, y en sociedades de libre mercado,
se desconcentra mediante la regulación del estado del sector productivo de la
nación.
El poder político del régimen actual es nulo, lo dice cualquier sondeo
de opinión creíble. No tiene el consentimiento de sus gobernados. En su poder
económico el régimen es vulnerable por su excesiva concentración en manos del
estado, y por eso se debilita profundamente por las sanciones. Internacionalmente
es importante socavar más el poder económico de la tiranía, reconociendo la
legitimidad del gobierno encargado y provisional por los organismos
multilaterales financieros, la banca internacional y socios comerciales. Esta sería
contundente contra la estabilidad de la tiranía. Pero el régimen sí mantiene
el poder represivo, en parte por injerencia e interés de sus aliados cubanos y
de capos del narcotráfico, entre otros criminales. Su capacidad de aferrarse al
poder represivo es lo que hace que muchos clamen por la llamada intervención, e
incluso que no vean salida sin esta panacea como del Dios en la Máquina del
teatro griego.
Así llegamos a mi segunda pregunta: ¿Cuál es la realidad de la
intervención militar de los EEUU?
Es altamente probable que no ocurra una intervención militar por parte
del gobierno de los EEUU. Los escenarios para una intervención militar estiman
que, para ser efectiva, una invasión requiere entre 100.000 a 150.000 efectivos
en un territorio de jungla y montaña 1,5 veces el tamaño de Afganistán, el
doble del tamaño de Iraq, tres veces Vietnam, cinco veces Siria, 12 veces
Panamá y 2.800 el tamaño de Grenada. Los analistas militares piensan que se
caería en una guerra asimétrica a largo plazo de las fuerzas de la intervención
contra una serie de elementos de la llamada “insurgencia chavista” que incluye
miembros leales de las FFAA, del FAES, del FARC disidente y del ELN
(precipitando a Colombia en los enfrentamientos), de traficantes de todo género,
incluyendo drogas, y de miembros extremistas del islamismo. Y, por último, en
caso de invocar una acción unilateral, las coaliciones logradas tanto con otros
países latinoamericanos como con la UE, probablemente se desbaratarían, retirando
un apoyo importante al gobierno encargado actual y restándole legitimidad
internacional.
Esta situación, aparte del costo estimado de $800MM para establecer una
base de operaciones, hace pensar que, políticamente, el gobierno de los EEUU no
considere una intervención. Eso no significa que no vaya a ocurrir, pero le veo
poca probabilidad. El presidente Trump tiene intereses de supervivencia que van
más allá de Venezuela y, francamente, a él le conviene la situación del país
como está por lo menos hasta las próximas elecciones vinculando al partido
demócrata con el socialismo y utilizando a Venezuela como prueba número uno del
fracaso del socialismo. Ya se ha asegurado una gran mayoría del voto venezolano
en Florida, que es lo que le interesaba, y ahora está cortejando el voto judío,
importante en este estado. Pienso que con Florida en el bolsillo, no va a tomar
acciones que lo perjudiquen en estados péndulo como Pensilvania, Michigan o
Carolina del Norte. Esa es la realidad: no pienso que sea viable esperar una
intervención militar, pero siempre se dirá que está en la mesa de opciones. La
verdad es, no podemos sentarnos a esperar a que lleguen los marines, el tiempo
apremia, como traté de puntualizar con mi primera pregunta. Todo escenario
político interno en Venezuela tiene que operar bajo esa premisa.
Lo cual no quiere decir que no va a haber asistencia técnica militar, en
particular para combatir la eventual insurgencia chavista. Recientemente, el
gobierno paraguayo recibió un contingente militar de los EEUU para asistirlos a
combatir el narcotráfico en la región. Eso es probable que ocurra, pero una vez
ocurrida la transición, con el propósito de consolidar el poder represivo en
manos del estado y quitarle esa cuota del poder de la violencia a grupos
insurgentes y arbitrarios.
El factor tiempo es crítico: ningún gobierno, sea legítimo o ilegítimo,
puede mantenerse sin esos tres poderes, político, económico y represivo, y la
situación de inestabilidad y precariedad solo se hará peor, con consecuencias
nefastas sobre la ciudadanía. Sentarse a esperar por los marines es tan dañino
para la transición como sentarse a una mesa de diálogo. El llamado a la toma de
Miraflores y las marchas a los cuarteles son batallas cruciales de la nueva
guerra de independencia que se está librando en el país. Fallar en esto, es
perder. Se dice “solos no podemos” y estoy de acuerdo, pero la primera piedra,
y la segunda y la tercera tienen que venir desde adentro.
Las transiciones se definen políticamente de tres tipos: sucesión,
sustitución, y cambio. Sucesión es lo que quiere hacer ahora el régimen,
cambiando la constitución, renovando el gabinete incluso con miembros de la
oposición; por supuesto fue lo que sucedió cuando Maduro ascendió al poder, o
en cualquier elección democrática o monarquía hereditaria. Sustitución es lo
que hizo, por ejemplo, Castro con Batista, las consecuencias de la invasión a
Irak, lo que ocurrió el 23 de enero de 1958, o lo que algunos quisieran
ocurriese en Venezuela ahora. Este tipo de transición se asocia frecuentemente
con la palabra revolución y su efecto es la sustitución de élites, no
necesariamente un mejor gobierno. El tercer modelo se denomina “cambio” y se
asocia con transiciones de modelos autocráticos a modelos democráticos.
Ejemplos destacados de cambio son España, Chile, Uruguay, México e incluso la
India, en su transición de colonia a estado independiente.
El mejor tipo de transición para Venezuela es la de cambio. El segundo
tipo, sustitución también es deseable pero más incierto, un lanzamiento de
dados. Me temo, por ejemplo, que ante tanto llamado a pronunciamientos un grupo
de militares se alce contra Maduro liderados por Ceballos Ichaso, por decir
alguno, con la intención de rescatar el “chavismo puro”. Esto no sería un
resultado deseable; sería repetir los mismos errores con la expectativa de tener
distintos resultados. El mismo musiú con distinto cachimbo.
Esto me lleva a la tercera pregunta: ¿Cuál es el objetivo de la
transición?
El objetivo central de la transición no puede ser una sucesión o incluso
una sustitución de élites, tiene que ser el cambio. Es un cambio de autocracia
a democracia, algo delicado y difícil, y mucho más en el corto tiempo que se
tiene para hacerlo. Vemos el caso de Egipto, que fracasó en hacer el cambio y
pasó de una autocracia a otra, a pesar de las altas expectativas de la
primavera árabe. Vemos el caso de Irán, que fracasó en su cambio y pasó de una
dictadura monárquica a una teocrática. No es fácil.
En un plazo estimado de alrededor de seis meses, el gobierno de
transición tiene que sentar las bases de cambio que conduzcan a un nuevo modelo
político con el objetivo de ese ideal de democracia y libertad en paz y
prosperidad. Pero me preocupa que la hegemonía ideológica que condujo el país
al chavismo se mantenga en el ADN de la transición, en sus huesos, que se
mantenga como la hegemonía sistémica. Un ADN cancerígeno que hay que enfrentar
y eliminar.
Hacer un cambio de esta naturaleza es difícil y, si el gobierno de
transición es exitoso, se creará tantos enemigos –de los que buscan una simple
sucesión o sustitución—que no les auguro mucho futuro político. Además, para
consolidar el poder represivo van a tener que tomarse decisiones muy duras,
incluyendo aquella solicitud de asistencia, también con un alto costo político.
Podemos ver algo de lo que menciono, eso del ADN de la hegemonía
ideológica del chavismo, en el estatuto que rige la transición. En éste se
establece un objetivo importante y uno de los que nos trae acá, algo que llaman
“revertir la emergencia humanitaria compleja” en su artículo 6, numeral 7. Este numeral dice que se definirán las bases
para la transición económica para lograr esa reversión “en los términos del
artículo 299 de la constitución”.
El artículo en cuestión de la constitución es el primero del Título
referido al “sistema socioeconómico”, Capítulo 1: “Del régimen socioeconómico y de la función del Estado en la economía”. Empezamos mal. El
artículo dice así:
El
régimen socioeconómico de la República Bolivariana de Venezuela se fundamenta
en los principios de justicia social, democracia, eficiencia, libre
competencia, protección del ambiente, productividad y solidaridad, a los fines
de asegurar el desarrollo humano integral y una existencia digna y provechosa
para la colectividad. El Estado, conjuntamente con la iniciativa privada,
promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de generar
fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de vida de la
población y fortalecer la soberanía económica del país, garantizando la
seguridad jurídica, solidez, dinamismo, sustentabilidad, permanencia y equidad
del crecimiento de la economía, para lograr una justa distribución de la riqueza mediante una
planificación estratégica democrática, participativa y de consulta abierta.
Es decir, el estado tiene como objetivo “lograr una justa distribución
de la riqueza”. Para aquellos que me hayan leído o escuchado anteriormente saben
bien lo que pienso al respecto. Basar una economía sobre la distribución
de la riqueza es receta de fracaso. Hay que basar la economía sobre la creación
de la riqueza. La distribución de la riqueza es la base del mercantilismo, una
relación suma-cero. La creación de la riqueza es la base del capitalismo, que
establece la economía como una relación gana-gana. Basar la transición
económica en los términos del artículo 299 es mantener el mismo modelo que nos
ha llevado a donde estamos.
Hay que estar alerta a esta válvula de escape del chavismo inserta en el
estatuto de transición, la cual asoma la posibilidad de una sucesión o
sustitución de élites en vez del cambio necesario.
Tengo mis reservas acerca de la Constitución por muchas razones, las
cuales no amerita detallar en este momento. Pero una que tengo desde hace
tiempo es la que me surge por el artículo 328, y da la casualidad que éste
también figura en el estatuto de la transición, nuevamente en el Artículo 6,
esta vez bajo el numeral 6, y esta figuración, aunque la entiendo, es
especialmente nociva.
El Artículo 328 es el que establece la Fuerza Armada Nacional. Este
artículo quiso ser expandido por referéndum constitucional en una de las pocas
elecciones que no pudo trampear Chávez, pero que después logró su voluntad
mediante la ley reglamento de las Fuerzas Armadas, aprobada por esa Asamblea
chavista elegida cuando la oposición boicoteó las elecciones. Acuérdense que
desde su prisión en Yare, Chávez quería establecer la unión cívico-militar como
modelo de gobierno. Este artículo es el que permite eso, y fue instrumentado en
el reglamento. El artículo 328 dice:
“La Fuerza Armada Nacional constituye una institución
esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado
para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la
integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación
en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional,
de acuerdo con esta Constitución y con la ley”.
Muchos artículos de la constitución empiezan bien pero tienen coletillas
que le dan un golpe bajo a los objetivos de democracia y libertad. Para los que
no estén familiarizados con la instrumentación de “la participación activa en
el desarrollo nacional” reglamentado por la ley, esto ha llevado entre otras
cosas, a que la distribución de los alimentos sea comercializada por las
Fuerzas Armadas, por ejemplo, desvirtuando la función primordial de esta
institución pero, por supuesto, mucho más lucrativa.
Se entiende que estos numerales se hayan incluido en el estatuto de
transición, por ser parte del compromiso político que busca lograr una amplia
base de apoyo entre facciones políticas e incluso las Fuerzas Armadas. Pero
mantenerle al gobierno de transición los pies en la candela para no caer en los
mismos errores que nos condujeron a esta situación, una situación de economía
fracasada y corrupción avasallante, es fundamental para lograr el cambio
necesario.
Quisiera sin embargo, hacer un punto final. Estamos acá en lo que dice
Jesús, una burbuja de confidencialidad. Tengo mis reservas privadas acerca de
lo que dice el estatuto de transición. Pero estoy claro en que si no existe
transición no hay posibilidad de salir del fondo, de hacer ese cambio necesario.
Doy mi respaldo 100% a todo aquel que ponga su grano de arena para lograr el
resultado de salir del régimen y comenzar un proceso de transición. Como dice
el presidente: cese de usurpación, gobierno provisional y elecciones
libres.
Muchas
gracias.
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