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Aurelio Concheso: Del Estatismo Asfixiante a la Privatización Progresiva

Presentación realizada durante el foro



En la Memoria y Cuenta de la Superintendencia de Inversiones Extranjeras de Venezuela SIEX, un organismo que el gobierno venezolano decidió suprimir en 2016 aparentemente por considerarlo innecesario, se puede determinar que en el año 2015, excluidas las capitalizaciones de superávits y acreencias, la inversión extranjera llego a la ridícula cifra de $34 millones, como lo oyen, un ritmo de inversión de menos de $ 700,000 semanales, cifra que viniendo del gobierno seguramente está abultada.

Entre tanto, en la Argentina de Macri algunos analistas se lamentaban de que durante la visita de dos días del Presidente Obama, acompañado de casi 400 empresarios, “tan solo” se concretaron inversiones por $ 2,400 millones.

Estas realidades contrastantes, subrayan de manera dramática el inmenso daño que el estatismo asfixiante puede producir en un país.



La Vocación Estatista tiene una Larga Tradición

No es que antes de la hegemonía de la horda chavista Venezuela haya sido propiamente un modelo de capitalismo privado rampante. De eso da cuenta con análisis certero y determinante a quien hoy rendimos tributo, el inolvidable Carlos Rangel. En efecto, una combinación que incluye las ideas socialistas y socialdemócratas de mediados del siglo 20 y la visión, por decirlo de alguna manera “estratégico estatista “ de nuestras Fuerzas Armadas se combinaron para que el sector público del país fuera de los más grandes de toda América en relación a su economía.

Seguramente ha contribuido a esto el enorme peso del sector energético minero, en particular el petrolero, pero sin duda  las mentalidades han sido determinantes, dos ejemplos lo ratifican:
·         El General Pérez Jiménez prefirió desarrollar tanto la Siderúrgica del Orinoco como la petroquímica como empresas estadales, a pesar de la voluntad de empresarios venezolanos de aquel momento de hacerlo con una mayoría de capital privado nacional.
·         Por otra parte, cuando El Presidente Carlos Andrés Pérez nacionalizó la Industria Petrolera, hizo algo más que nacionalizarla, la estatizó por completo, pues no solo las transnacionales, sino las incipientes empresas privadas venezolanas como Petrolera las Mercedes y Mito Juan fueron estatizadas también, excluyendo a la iniciativa privada del negocio medular de la industria: la exploración y producción, y relegando así a los particulares al roll de meros prestadores de servicios conexos.
Pero hay que reconocer que en el transcurso de la República Civil las actitudes fueron cambiando gradualmente y se fueron abriendo espacios importantes para la participación privada en industrias y servicios de gran envergadura.

Por eso la ola estatizadora que ha experimentado el país en los últimos 17 años es uno de los eventos más devastadores que haya sufrido el país, y para encontrarle un parangón habría que remontarse cuando menos a la Guerra Federal. No es el momento aquí de hacer un inventario pormenorizado de ese desastre, basten tres ejemplos:
·         La apropiación de 4 millones de hectáreas de tierras privadas ha colapsado la producción agrícola y provocado daños tal vez irreversibles al rebaño de ganado vacuno,
·        SIDOR ha descendido de su tope de producción a un 30% del mismo y no llegará este año ni a eso, de hecho en este momento está prácticamente paralizada ante el inminente colapso de la generación hidroeléctrica en Guri, mientras que la planta térmica que se adquirió para darle autonomía eléctrica permanece en huacales
·         La estatización de cadenas de automercados como Éxito rebautizadas con rimbombantes nombres supuestamente  patrióticos  no solo que han arrojado inmensas pérdidas, sino que hoy por hoy la mayor parte de ellos hasta cerrados están.

En resumen el país se ha convertido en un cruce entre cementerio y sala de emergencia de empresas expropiadas y de intentos de desarrollar empresas estatales desde cero, iniciativas que por lo general pierden su impulso cuando los administradores de las misma han depositado en sus cuentas en el exterior las jugosas comisiones que provienen de las compras de maquinarias e insumos, que ellos consideran derecho adquirido.

Un Nuevo Rumbo para la Reconstrucción

Pero no vale lamentarse, y a los venezolanos de esta época les ha tocado la tarea de no solo resistir y enfrentar lo que amenazaba en manos de Chavez  convertirse en una tiranía comunista, pero que ha devenido en manos de Nicolás Maduro en batiburrillo de intereses crematísticos, sino de encontrar también la forma de reconstruir el país. Y digo reconstruir con toda intención, porque el nivel de destrucción que se va a encontrar cuando por fin venga un cambio, va a ser de dimensiones realmente abrumadoras, y sólo comparable con una etapa de posguerra, por lo que se impone encontrar fórmulas para  rescatar y reconstruir el país partiendo del estado de postración en que se encuentra.

De ahí que debamos pensar en un proceso de privatización que necesariamente va a tener que ser progresivo.

Mientras más demore el momento del cambio, más nos vamos a acercar a lo que sucedió en la economía Rusa ante el colapso de  la Unión Soviética. En ese caso lo anárquico del proceso, porque todo estaba por hacer y había que hacerlo todo de inmediato, propició que quienes se beneficiaran de la privatización fueran precisamente los ex funcionarios, especialmente de fuerzas de seguridad del estado como la KGB, los que terminaran con las empresas más importantes en sus manos, convirtiéndose en los “oligarcas” de la nueva Rusia.

Afortunadamente si en Venezuela se hacen las cosas bien se puede evitar caer en esa situación.  A pesar de todo el país tiene todavía un importante tejido de empresas medianas en manos de empresarios venezolanos, que con los incentivos adecuados pueden convertirse, de nuevo en la espina dorsal de un sistema de producción privado dinámico y progresista.

El país cuenta también con un importante reservorio de capital privado venezolano en el exterior. Me atrevo a decir que a estas alturas el 99% de los activos financieros de  los venezolanos están fuera de país, no así obviamente los activos fijos, inmobiliarios y semovientes (si bien el rebaño vacuno, porcino y avícola se ha mermado de manera importante).

Pero también más allá de los ahorros de los particulares, los empresarios venezolanos se han visto impulsados, no solo por las amenazas de expropiación,  sino por la necesidades relacionadas con operar en el asfixiante ambiente de control de cambio, a desarrollar infraestructura para sus negocios en Colombia, Panamá, República Dominicana, y acá mismo en EEUU, especialmente en Florida y en Houston. En estas operaciones externas han encontrado que sus proveedores tradicionales son más proclives a mantenerle las líneas de crédito con las que por décadas trabajaban en su país.

Es conveniente dividir el problema, pues las circunstancias son distintas en cada sector de la economía, veamos:

La Industria Petrolera y Gasífera

La Postración de este sector es a la vez un problema y una oportunidad. Creo que por primea vez hay un conceso de que sin el concurso de las empresas privadas participando activamente en la actividad medular de la industria, vale decir, la exploración a riesgo, no vamos a recuperar la IPN. Pero eso debe incluir no solo las trasnacionales, sino también a las empresas venezolanas, que ya en el proceso de apertura de los años 90 demostraron que están en capacidad de incursionar en E y P.
El diseño de un marco regulatorio proclive a la incorporación de empresas nacionales a esta actividad debe venir acompañado de medidas que incentiven la inversión de riesgo por inversionistas nacionales, pero además la creación de condiciones para que los pequeños inversionistas, y los trabajadores desde sus fondos de pensiones y de ahorro prestacional puedan incursionar en la actividad.

En este sentido Arabia Saudita está coqueteando con la idea de colocar en la bolsa saudí un 5% de Aramco, lo que podría volverla la empresa más grande del mundo en capitalización de mercado dado sus reservas y su producción de 10 MMBD. Piensen lo que significaría eso para una la Bolsa de Valores Nacional, que de la noche a la mañana podría volverse de las más grande de América Latina por capitalización de mercado.

La creación de esa Bolsa de Valores con capitalización de mercado substancial de las empresas energéticas privadas en su composición inicial, es importante para la privatización progresiva del segundo grupo de empresas.

Las Empresas Intermedias

Me refiero concretamente a las empresas industriales como las cementeras, Sidetur, Owens Illinois etc, empresas  comercializadoras como Agro Isleña, la antigua Almacenes Éxito, empresas del sector servicios, en particular el hotelero, y empresas  agroalimentarias. Estas constituyen el tejido medio de la economía productiva venezolana y muchas tuvieron en su momento un potencial exportador no petrolero importante

Todas estas empresas se encuentran en situaciones muy diversas. Algunas pueden ser devueltas a sus anteriores dueños, pero estarán en condiciones que van a requerir inversiones de capital muy importantes para recuperarlas, más allá de las líneas de crédito. Lo que quiere decir que estos antiguos dueños en estos casos tendrán que buscar socios capitalistas bien por la vía de capital de riesgo de terceros, o por la vía de OPA´s en la Bolsa de Valores.

Otras, por cierto, no fueron confiscadas sino que los propietarios recibieron una indemnización adecuada, sobre todo en la época de la danza de los millones con el petróleo por encima de $s 100. Para estas va a ser necesaria la creación de una autoridad, llamémosla re-privatizadora. La composición y alcance de esa autoridad requiere sumo cuidado para garantizar su imparcialidad y una total transparencia en sus actuaciones.

Afortunadamente, el país tiene experiencia relativamente reciente en esa materia, sobre todo después de la crisis bancaria de los 90 donde importante activos quedaron en manos de Fogade.

Las Pequeñas y Medianas Empresas.

Hay un gran número de empresas que pueden considerarse PYMES,  sobre todo en el sector agropecuario que fueron confiscadas, expropiadas o sencillamente ocupadas. Estas empresas probablemente no tengan como acudir a la Bolsa, o ni siquiera a capital de riesgo más o menos institucionalizado. La inversión en ellas dependerá de la voluntad de cada empresario. Aquí se corre el riesgo de que sea Papá Estado el que facilite créditos blandos en el mejor estilo de populismo empresarial venezolano. Creo que eso sería un gravísimo error.

Lo que esas empresas necesitan es primero, precio- es decir que los precios sean fijados por el mercado o en el caso del sector agrícola, dado el monopsonio natural que existe en sus clientes de la agroindustria, mediante una fórmula en cuya fijación participen los productores primarios. Segundo, estabilidad monetaria para no los descapitalice de nuevo una inflación galopante y tercero, que la moneda sea de libre intercambio para que se puedan manjar adecuadamente con el crédito proveedor y finalmente, reglas económicas claras que entre otros incluyan incentivos fiscales a la inversión en activos, pero que sobre todo hagan que los riesgos que corran sean los del mercado y no los de la arbitraria  discrecionalidad burocrática.

Las Transnacionales Desvinculadas

Hay un cuarto grupo cuya existencia es producto de un fenómeno que solo comienza a manifestarse, y cuya importancia todavía está por verse, pero que seguramente avanzará mientras más dure este desastre.

Me refiero a aquellas transnacionales que en sus balances de cierre de 2015 tomaron la decisión de desvincular sus opresiones venezolanas de la Casa Matriz, tomando en ese cierre de ejercicio las sustanciales  pérdidas que se derivan de calcular a una tasa de mercado sus operaciones venezolanas.
Esto le está permitiendo a estas empresas suspender el envío en cuenta abierta de materia prima e insumos a la filial local a precios de trasferencia, obligando a las filiales a que obtengan los dólares donde puedan para importar. El segundo paso de esa estrategia se puede vislumbrar con lo recién sucedido con General Mills, fabricante del popular Diablitos. Ellos acaban de anunciar la venta de sus instalaciones de Aragua a unos inversionistas poco menos que anónimos y está por verse que harán con ese activo. Una variante de esa alternativa es el “efecto Clorox” , empresa que de la noche a la mañana cerró sus puertas dispuesta a perder los activos que aún le quedaban en el país

Informaciones que nos han llegado indican que otras empresas en el sector automotriz y de productos de tocador están contemplando algo similar. Y debo decir que quienes así actúan no son solo norteamericanas y europeas, sino que incluyen empresas de países vecinos como Colombia y Chile, entre otros.

Confieso que no tengo todavía claro cómo se podría enfrentar este fenómeno, ya no se trata de estatización propiamente, sino una suerte de abandono del bien o “walk away” por huirle a un estado fallido. En el marco de una transición, lo primero que salta a la vista es rápidamente crear incentivos para que las propias casas matrices decidan retomar su actividad en Venezuela, pero me temo que para que eso suceda se requerirá un marco político muy robusto que borre las suspicacias de que lo que ha sucedido en estos años pueda volver a suceder. Recuerden que muchas de estas empresas estuvieron más de 50 años creciendo  en Venezuela y no les pueda haber sido fácil una decisión tan desgarradora, por lo que revertirla precisará de razones positivas extremadamente poderosas.

La Tarea por Delante

Hasta hace  poco menos de 36 meses, muchos de nosotros pensábamos, y lo decíamos públicamente, que Venezuela tenía una capacidad de recuperación extraordinaria, y que solo era necesario re balancear las variables macroeconómicas y restablecer la democracia para que como por arte de magia el país comenzara a crecer de manera espectacular, a lo que una vez fue su tasa máxima de desempeño de 7% interanual.

Hoy me temo que no es así. En ese momento éramos la segunda economía de términos per cápita del Continente, aún con Chávez en el poder, hoy hemos descendido 12 escalones, siendo sobre pasados por Ecuador, y lo que proyectan economistas serios es que en estos meses podemos bajar aún mas. La contracción de 2016 que se pronostica en 7% visto el comportamiento del primer trimestre ahora parece que puede exceder el 11%, y eso después de dos años adicionales de contracción que nos llevan a un 20% en el trienio. Señores, esas cifras nos dicen que ya no estamos en recesión, sino que coqueteamos con una depresión.

Una de nuestras grandes fuerzas era que el país siempre había tenido una balanza de pagos en cuenta corriente estructuralmente superavitaria. Con los bajos precios del petróleo, el colapso de las exportaciones no petroleras y la destrucción sistemática del aparato productivo ya ese no es el caso.
De manera que nuestra recuperación tendrá que pasar por una reforma monetaria parecida a la que Ludwig Erhard logró iniciar bajo las narices de las autoridades de ocupación aliadas en una Alemania devastada no solo por la guerra sino por una asfixiante economía de controles, aquel 21 de julio de 1948. Cuenta Erhard en sus memorias que.

Las transacciones habían dejado de verificarse por el comercio regular, las mercancías permanecían acumuladas, y habíamos retrocedido a las condiciones de intercambio o trueque de productos naturales propias del mundo primitivo ….pero El mercado negro despareció súbitamente…..y en todos los campos la vida económica dio comienzo, como a toque de campana, con el día mismo de la Reforma Monetaria.”

Y es propicio que pensemos en una solución similar, sobre todo hoy, que conmemoramos la vasta obra de una mente preclara como la De Carlos Rangel quien hace 40 años ya nos alertaba hacia donde marchábamos, como efectivamente hemos marchado en nuestra transición de buenos salvajes a buenos revolucionarios.

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